Silencio


Si estas leyendo esto me estas liberando de la prisión de mi silencio.
Un año entero te amé, un año hecho de ilusiones, tristezas y vanas esperanzas.
Vos eras la causa de mis noches en vela; no eran las pesadillas, ni siquiera mis
propios fantasmas como tantas veces les hice creer a los demás.

Puedo jurarte que las lágrimas que derrame por vos se convirtieron en las gotas de lluvia que chocaron contra tu cara, en la tormenta que hace un tiempo duro tantos días.
Todos los besos que no te di se mezclaron con las brisas de octubre que rozaron tu piel.

Aquellos suspiros solitarios de los que me desprendí los guardó el tiempo, esperando el momento en que tu los aceptaras.
Vos me enseñaste que en el mundo existes bellezas inimaginables siquiera para los indiferentes
y para los que son envenenados por la rutina y el tedio.

Cuantas veces no te contemplé estando a tu lado, moría lentamente al saber que no eras para mí y que jamás me verías con otros ojos más de amistad.
Jamás volviste la mirada hacia a mi, no estaba muerta, no era una sombra que vagaba perdida, era una loca enamorada de vos, de tus sueños, de tus angustias, de tus miedos que hice míos;
tus utopías eran mi mundo entero. Tus absurdos caprichos eran mis leyes y tu afán de hacerte daño con mil palabras era mi infierno.

Pero vos, hasta ahora, nunca supiste de la existencia de ninguno de mis pensamientos
y sufrimientos, vos me veías tan normal como siempre, oculta bajo esa maldita mascara de indiferencia y arrogancia, vos no veías a esa niña idiota, aterrada de que supieras la verdad y te alejaras de ella. Si me hubieras rechazado hubiera sido mi condena por el resto de mi vida.
Pero es cierto, no hay amor más verdadero que aquel que muere sin ser revelado.

Ahora ya no me importa si lo sabes o no, ni siquiera lo que pienses de ello. Te entregué mi existencia entera. Pero ya no más, no caeré de nuevo en tu endemoniada coquetería ni en tu encantadora corrupción. Ni siquiera por ese verbo propio de la misma Eco.
Pero desde hace unos meses un ángel llegó a rescatarme, un dulce caballero de hermosa alma para quien yo soy su todo.

El quisiera capturar los suspiros de mis labios a los suyos.
El no me mostró el universo en sus ojos, me mostró sus ojos en el universo.
El me ama con la misma intensidad en la que yo en algún momento te amé a vos.

No te sientas culpable, aun te amo, pero ya no de la manera como lo hice meses atrás.
Te deseo la mejor de las suertes y espero que también encuentres a tu ángel.
Adiós mi amado niño, ojala algún día seas tan feliz como lo soy yo ahora.

Con estas palabras me redimo de toda culpa de haber callado mi corazón
tanto tiempo y del remordimiento de amar al ángel sobre vos, demonio.

1 comentario:

Nabulio dijo...

dejate de joder nena
vivi la vida
que tanto drama