Él le llamó aceptación a ese llanto sin consuelo y desde ahí transformó, la rigidez del miedo cruel y paralizador en impulso motor. Fue en busca de su esencia una y mil veces y encontró que ésta siempre mutaba, de forma espacios, tiempos, todo acorde a la emoción del momento en que estaba. Focalizo tanto en ahora que temió perder completa la memoria.
Fue entonces que se hizo conciencia y creyó comprender: mi esencia no es mi historia, no! Y de pronto sintió muy livianos los hombros y rumbo al cielo se cayó. Él le llamó plenitud a esa risa en carcajada, y desde ahí la virtud de vivir libre o nada creció. Como un alud eligió ver la luz...

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